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Otro triste accidente evitable con nuestros cosecheros de yerba mate

Patricia Ocampo

Por Patricia Ocampo

La tarde del jueves 9 de enero de 2020 fue empañada por una trágica noticia: veinte cosecheros de yerba mate (tareferos), sufren un accidente cerca del Salto Tabay, Misiones. Los hombres viajaban como ganado bajo el mediodía calcinante misionero: sin asientos ni cinturón de seguridad, amuchados en la parte de atrás de la combi, que cayó en un barranco de tres metros de profundidad.


Entre los trabajadores lastimados gravemente -muchos de ellos por las heridas de consideración fueron derivados al hospital Madariaga de Posadas para su atención- había un menor de edad, Jonatan E., de 16 años, quien quedó internado y requiere tratamiento quirúrgico: debió ingresar al quirófano.


Los trabajadores -nuestros trabajadores- venían de hacer una tarea ruda y forzosa, que es cosechar yerba con la mano, son usados como suerte de "mensúes" modernos, trabajando a destajo, sin las medidas de seguridad dignas y sin importar la edad (la presencia de menores en los campos de yerba es algo habitual en el interior de Misiones).


La pregunta es: ¿no tiene el negocio de la yerba suficiente capital económico para realizar un pago digno a esta gente, que es una parte esencial para que los argentinos tomemos mate alegremente con nuestros amigos? La respuesta es: no solo tiene suficiente capital, sino que le sobra. Solo en el mes de noviembre, se exportaron doce millones de kilos de yerba más, lo que sumaría unos 250 millones de kilos en doce meses (250 millones!), de un negocio que mueve solo en el mercado interno local unos 7500 millones de pesos al año.


De todo el circuito de la yerba mate, el tarefero o cosechero de yerba es el más perjudicado, a pesar de realizar el trabajo más rudo y dejar él y su familia su vida en el campo, no llega a recibir el 2 por ciento del precio de la yerba (sí, el 2 por ciento), más del 98 por ciento se lo reparten entre el productor, el dueño del campo, los secaderos, los distribuidores y minoristas.

Como si eso fuera poco, ¡trabajan niños en los yerbales! Como esta gente vive sumergida en una pobreza estructural indigente, de la que no puede salir, la mano de obra del papá y la mamá no son suficientes para llenar la olla de la casa, y el nene o nena también trabaja a la par, junto a sus padres.


Desde la ONG Sueño para Misiones, desde hace diez años venimos exponiendo y denunciando esta cuestión, impulsando incluso la campaña "Me gusta el mate sin trabajo infantil", que tuvo más de cien mil firmas en Change.org, incluyendo a celebridades. Explicamos a través de artículos, notas de prensa, entrevistas, campañas mediáticas y videos en redes sociales, que el trabajo infantil está penado por ley, y aún así se sigue practicando en Misiones. Pero los datos de la realidad nos siguen golpeando día tras día, y nos preguntamos... ¿hasta cuándo?


El vehículo que transportaba a los tareferos no estaba habilitado para transportar personas, ni tenía la mínima seguridad vial para los 20 trabajadores que iban detrás, soportando el agobiante verano misionero, que ese día llegaba a los 40 grados de temperatura. ¿No será hora de hacer una reparación histórica y devolverle la dignidad a nuestros trabajadores de la yerba, después de siglos de explotación?


Desde nuestra ONG también impulsamos un proyecto de ley presentado hace un par de meses en el Congreso (por tercera vez), donde se pide un etiquetado para productos libres de trabajo infantil y se contempla un aumento en el salario de los cosecheros. Pero incluso, de aprobarse este proyecto, no será suficiente: necesitamos volvernos concientes como comunidad de que estas cosas no deben suceder, ni la explotación infantil ni el trabajo indigno para sobrevivir, ni el traslado inseguro de la gente. Mientras naturalicemos o seamos indiferentes a estas problemáticas, estas tragedias nos seguirán acompañando, día tras día.


En definitiva, a los cosecheros de yerba mate no se los somete a la pobreza porque le va mal al sector, (nunca se ha vendido tanta yerba mate en el mercado argentino y en el exterior como ahora). ¿Por qué entonces aceptamos que el producto emblema de la provincia, nuestra querida yerba, se elabore con trabajo forzoso y trabajo infantil? Podríamos hacernos este cuestionamiento una de estas mañanas, antes de cebarnos el primer mate. Tal vez en la pregunta esté también la respuesta.


Patricia Ocampo 

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