Política
Nota de Opinión: El feudo, el playón y la puerta del hospital
La libertad, para muchos, es no pagar nada hasta que el cuerpo les pase factura, y entonces ahí sí: ¡que el Estado se haga cargo!

Hay cosas que solo pasan en el norte argentino, pero no por
falta de inteligencia, sino por exceso de impunidad y cinismo. Empecemos por la
yerba.
Las Marías y el negocio colonial disfrazado de empresa modelo
En Misiones se produce el 80% de la yerba mate del país.
Pero uno de los grandes ganadores del sistema sigue siendo el señor feudal de
apellido noble y estancia grande: Las Marías, esa empresa correntina que hace
fortuna con nuestra tierra, nuestros productores y nuestro esfuerzo, pero
tributa como si viviera en otra dimensión. Se llevan la yerba en negro, pagan
monedas al productor misionero y tercerizan la miseria con el sistema de
tareferos precarizados.
Mientras tanto, los pueblos correntinos que están a tiro de
piedra de Misiones, cruzan la frontera invisible para usar todo lo que se
construyó con los impuestos de los misioneros: hospitales, rutas,
universidades, bancos, escuelas, el aeropuerto, la terminal, y ahora el Puerto
de Posadas.
El puerto que funciona y el playón que festejan
Sí, porque mientras en Misiones el Puerto de Posadas ya está operando a pleno, con contenedores, logística real y movimiento comercial que genera empleo genuino, en Corrientes inauguraron un playón. Sí, un playón. Sin grúa, sin barcos, sin contenedores, sin logística.
Pero con globos, corte de
cinta, y hasta con algunos radicales misioneros que fueron a aplaudir el
paisaje vacío, como si el marketing portuario resolviera los problemas de
fondo.
Una postal perfecta del país donde lo simbólico vale más que
lo productivo.
Libertarios en la fila del hospital público
Y mientras tanto, en Posadas, aparecen los nuevos paladines
del “Estado mínimo”, esos empresarios libertarios que se rasgan las vestiduras
por un impuesto de salud, pero cuando les duele algo no van a la clínica suiza:
van a golpear la puerta del Parque de la Salud. Y si pueden, pasan directo.
Porque la libertad, para muchos, es no pagar nada hasta que
el cuerpo les pase factura, y entonces ahí sí: ¡que el Estado se haga cargo!
Porque claro, la salud pública es cara… hasta que la necesitas.