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Nadie elige donde nacer

Florencia Monzón

Por Florencia Monzón

En la provincia de Misiones hay al menos 243 barrios populares donde viven personas que crecen y se desarrollan sin una vivienda digna, sin servicios básicos, lejos del acceso a la educación y a la salud de calidad. Pero las personas que no pueden asistir a la escuela por diferentes inconvenientes son porque no quieren salir adelante y quienes lo hacen tienen capa y son héroes para el mundo del revés. Y así es como se habla e interpreta a los excluidos, pero no a los excluidores. Desde el momento en que se dice “barrios informales” se habla de exclusión, definiendo los lugares donde viven muchas familias como lo que no es. Se habla de estos sitios como los que están fuera de un sistema establecido. La formalización en oposición a la informalidad radica en el reconocimiento de algo que existe, por ende, es necesario conocer esa informalidad para hacerla regular, para gritar a 4 vientos que sí existen, aunque los mapas no los muestren, aunque gran parte de la sociedad y el Estado los ignore, aunque los transportes no los transiten, aunque los servicios no lleguen, aunque las oportunidades no existan.


¿Alguien quiere vivir en esas condiciones? Claramente nunca es una elección, pero el funcionamiento del mercado de las tierras sumado a las condiciones de pobreza, definen las posibilidades de miles de familias de poder acceder a una determinada área, a los servicios, y así viven, sin siquiera tener la certeza de permanencia en el lugar dónde están, por riesgos de desalojo constantes, con vulnerabilidad tanto jurídica como ambiental, lejos de escuelas, hospitales, comisarías, sin alumbrado público.


Este panorama de pobreza y desigualdad pronunciada exige respuestas inminentes; se lucha contra una problemática de dimensión colosal. Por eso es necesaria la participación ciudadana, para concientizar, para reflexionar, para actuar, para denunciar, para que miles de familias tengan igualdad de oportunidades y que la anhelada sociedad justa y sin pobreza deje de ser una vaga ideología de unos pocos idealistas y se convierta en un hecho. Una mayor participación de la población se convirtió en un imperativo. No siendo espectadores del mundo, sino recreadores.


En un asentamiento en la ciudad de Posadas, hubo una historia que una vez más permitió devenir en situaciones concretos la pobreza. Juan Carlos vecino del barrio “Los Patitos 2” su rostro, su andar y su forma de hablar develaban una profunda preocupación que tardo unos pocos minutos en contar: su mujer en una oportunidad alrededor de las 16 se había ido con Juan Carlitos, su hijo de 5 años al hospital porque mientras su papá arreglaba su techo para que no se vuele con la tormenta que se acercaba, un cable cayó y el nene lo agarro y se electrocutó. Como si esto no fuera suficiente, cuando Liliana (su mamá) lo separó con una madera, Carlitos se golpeó y se abrió la cabeza con un clavo. Ellos sólo tenían $3, y por eso sólo fue con la mamá mientras el papá se quedaba con sus otros hijos.


En esa zona rural totalmente alejada del área urbana sólo pasa colectivo cada media hora. Ni Juan Carlos ni Liliana tenían teléfono y al día siguiente ni los hermanos ni el padre tenían novedades de Carlitos. Finalmente, Carlitos estuvo internado 3 días y luego le dieron el alta. 


Hoy en día miles de personas viven en asentamientos en donde todos los días se vulneran sus derechos. En Argentina, 1 de cada 10 personas vive en esa situación. Es clave que como sociedad cada ciudadano sea conscientes que no se puede seguir construyendo ciudades injustas, desiguales; ciudades que no son para todos y todas por eso se espera un inmenso desafío para la ciudad de Posadas.



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