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Piquetes buenos


Está claro que la ley anti piquetes que propone el Gobierno tiene unos cuantos fundamentos más de los que aparecen en el texto. Justamente eso que falta es lo que explica por qué recién ahora el kirchnerismo se preoc

Ricardo Roa

Por Ricardo Roa

Está claro que la ley anti piquetes que propone el Gobierno tiene unos cuantos fundamentos más de los que aparecen en el texto. Justamente eso que falta es lo que explica por qué recién ahora el kirchnerismo se preocupa por los derechos de los afectados por los cortes.

Había dicho Cristina cuando inauguró el año legislativo y repite el proyecto: “Todo el mundo tiene derecho a protestar pero no cortando las calles, impidiendo que la gente vaya a trabajar”.

Esto pasó durante toda la gestión kirchnerista. El problemas es que los piquetes se le han vuelto en contra y que la gente no aguanta más y le apunta al Gobierno. Ya no hay piquetes buenos y malos, son todos malos.

2013 había cerrado con un nuevo récord de piquetes: hubo casi cuatro por día en la Ciudad y muy pocos menos en la provincia de Buenos Aires. Entre las dos, 1836 cortes de calles. Y para todos los gustos. Son parte del paisaje, como lo fue en el puente de Gualeguaychú, bloqueado por años. Ahí, como nunca, se mostró el doble discurso oficial: mientras De Angelis promovía el piquete contra Botnia era bendecido por el Gobierno, cuando cortó rutas por la 125 fue detenido.

Hace años que lo normal es la anormalidad y las calles son cortadas por cualquier causa mientras la Policía, en lugar de evitarlo, desvía el tránsito para cuidar a los piqueteros. Y a veces sumar más caos al caos. Los ejemplos en la Plaza de Mayo, frente a ministerios o en puentes de acceso y la autopista Illía los conocemos todos. A la 9 de Julio la han bloqueado con excusas de todos los colores. Estudiantes secundarios estafados con su viaje de egresados, vecinos del GBA que pedían justicia por un caso de gatillo fácil y la barra de Boca de festejo por el día del hincha. Una vez, empleados tercerizados de Telefónica la cortaron con autos y alambres porque no hacían número suficiente.

La multiplicación de los cortes ha sido proporcional a la pasividad policial. Un mes atrás, esa impunidad fue demasiado incluso para gente como nosotros acostumbrada al descontrol. Un grupo de portuarios y barrabravas alquilados por los portuarios tomó el Puente Avellaneda por una interna gremial y tiró del puente a un discapacitado que pretendió pasar en su moto con su mujer embarazada. No lo mataron de casualidad. La Policía, a unos metros, no hizo nada.

Si lo que es hoy proyecto fuese ley, habría manifestaciones legítimas e ilegítimas y las ilegítimas podrán ser dispersadas aunque luego de una mediación que puede durar hasta dos horas. Eso está claro y está claro también el modo en que pueden ser reprimidas, lo que no está del todo claro es quién dará esa orden.

El Gobierno perdió la calle. Hoy la manejan la izquierda no kirchnerista y los gremios opositores. Han cambiado tanto los tiempos que hasta piqueteros como D’Elía claman en la TV por más amor.

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