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Información General

¿La democracia en debate?

Fernando Oz

Por Fernando Oz

¿Dónde se encuentra la raíz de la evidente bolsonarización de la política en la Argentina? ¿Cuándo fue que se coló en la agenda el debate por la mano dura? ¿Cómo se entiende que en un país que vivió una de las peores dictaduras del continente surjan dirigentes que propongan la militarización de los conglomerados más “pobres”? ¿Qué explicación se encuentra detrás del aumento de la imagen positiva de Alfredo Olmedo en Salta?


La crisis económica, los escándalos de corrupción y la insatisfacción con los servicios públicos están causando estragos en la opinión que hay en Latinoamérica sobre la democracia, un régimen que se ha consolidado en prácticamente toda la región pero cuyo ejercicio, según marcan las encuestas y se ratifican en el rumbo de algunos gobiernos, no acaba de satisfacer a los ciudadanos. Los últimos datos que arrojó Latinobarómetro son alarmantes: el setenta y un por ciento de los latinoamericanos se encuentran insatisfechos con la democracia.


Los datos fueron analizados a fines de noviembre por poco más de cuarenta expertos e intelectuales de la Latinoamérica, Estados Unidos y Europa que fueron reunidos en Santiago de Chile por el Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Extrañamente, los especialistas coincidieron en que la cantidad de ciudadanos que se declaran indiferentes entre vivir en un sistema democrático y en uno autoritario aumentó de manera considerable, en especial entre los más jóvenes.


¿Cómo se puede explicar semejante fenómeno? La primera respuesta sale como trompada, como una emboscada a la razón: Tenemos instituciones del siglo XIX, con paradigmas del siglo XX, para gobernar sociedades complejas del siglo XXI. La sencilla y lúcida reflexión es de Daniel Zovatto, director regional para América Latina y el Caribe de IDEA Internacional.


La evidente crisis de confianza en las élites de la política tradicional está empezando a erosionar la propia legitimidad de los ejecutivos regionales, cuyos niveles de aprobación están –salvo en contadas excepciones– en niveles históricamente bajos. En Latinoamérica la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia está amenazando con mutar en un descontento en la democracia como tal.


La problemática no se circunscribe solo a Latinoamérica: en todo el mundo los resultados de las evaluaciones sobre la calidad de la democracia, de la economía de mercado y, en general, de los gobiernos están en caída libre. El auge de la derecha en Italia o la irrupción de Vox en las elecciones andaluzas, si pensamos en lo que ocurre cruzando el atlántico, nos da el indicio de que se trata de un fenómeno global.


Pero los fenómenos de Trump en Estados Unidos y de Bolsonaro en Brasil, posiblemente se deban a un desencanto con la política más que con la democracia. ¿Pero qué sostiene la democracia si no es la política?


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Wendy Brown, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de California, Berkeley, en su brillante obra titulada El pueblo sin atributos, la secreta revolución del neoliberalismo, explica que hay una suerte de embestida del neoliberalismo que “está anulando silenciosamente elementos básicos de la democracia”. La académica pone en jaque el imaginario democrático y con un genial desparpajo dice que la palabra democracia “se cuenta entre los términos más disputados y promiscuos de nuestro vocabulario moderno”.


Ahora habría que preguntarse y reflexionar sobre hasta qué punto las tecnologías han cambiado la forma de entender y hacer política. Nuestra vida diaria está llena de complejos laberintos de algoritmos que acortan caminos y que, de algún modo, nos facilitan las cosas. Como ya sabrán, #PuenteAereo tiene más preguntas que respuestas.


Posiblemente aquella nueva mecánica, revolucionaria, sencilla, táctil, portátil, veloz, accesible, barata, disruptiva, y que se puede sostener con una sola mano, haya sido fundamental en el vertiginoso paso de una política que era vertical y hoy se encuentra en la búsqueda de una horizontalidad. Estamos parados frente a un electorado de mayorías jóvenes con nuevas expectativas, más demandantes, más exigentes, más transparentes, más eficaces, más pragmáticos, menos pacientes, menos ideologizados. ¿El nuevo electorado tiene forma de iPhone? 


Pero la tecnología –entendida como una herramienta para facilitarnos las cosas y acortar las distancias– también puede resultar una trampa. La tecnología no nos hace más cultos, y lo que no nos hace más cultos nos coloca frente a una situación de extrema vulnerabilidad como seres humanos: el de perder la sensibilidad de lo humano. Si el avance tecnológico no es abrazado por las ciencias humanísticas, corremos el riesgo de embrutecernos. La ignorancia mata, genera pobreza, y corrompe las democracias.


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Hoy nos asalta la brevedad de la reflexión urgente. #PuenteAereo es una preocupación que ahoga, es una carta íntima, es una botella lanzada al mar, es un pedido de auxilio, es un esfuerzo por analizar y entender nuestro tiempo más allá de las coyunturas, las grietas, las pequeñeces domésticas, las quintitas. Aquel es el espíritu que hemos demostrado a lo largo del año.


El próximo domingo haremos una evaluación de fin de año sobre la política en la Tierra Sin Mal y el escenario nacional. Será la última estocada de un ciclo, el ataque final contra los muros de Breda.


Las sorpresas vendrán el domingo 6 de enero, con los Reyes Magos, con la versión digital de #PuenteAereo. Será un territorio nuevo, sin fronteras, un espacio donde saciar nuestra inagotable sed de conocimiento. El punto de partida de la nueva aventura será la agitada Ville Lumière, porque como ustedes ya saben… #PuenteAereo no conoce de fronteras y porta una patente de Corso.

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