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Politica

Las crisis, cuando no matan, enseñan

No recuerdo dónde fue que leí que alguien le preguntó a Talleyrand cómo fue que logró sobrevivir a la complejidad de la Revolución Francesa. El canciller de Napoleón contestó, palabras má
#PuenteAereo (Por Fernando Oz)

Por #PuenteAereo (Por Fernando Oz)

Todos sabemos que las crisis, cuando no matan, enseñan. ¿Qué lecciones nos ha dejado aquel país imperfecto? En primer lugar que tenemos una fina capacidad para la improvisación, los argentinos logramos sacar media docena de conejos de la galera tres minutos antes de que finalice el acto.


La segunda, que nuestro pensamiento colectivo se activa cuando las cosas están que arden. Podría ponerme sentimental y decir que somos un pueblo solidario, pero sería un pensamiento cursi que atentaría contra nuestra historia y dejaría de lado el natural ejercicio de sobrevivir. Ahora podrán decir que padezco de la lógica filosofía nietzscheana, lo que también podría ser correcto.


Ahora volvamos al cuento. La crisis a la que nos arrastra la incapacidad del gobierno de Mauricio Macri también es producto de nuestra propia incapacidad. Padecemos de una memoria cortoplacista con tonos emocionales y de poca espesura racional. Frívolos, impacientes, incapaces de formular planes a largo alcance y de vivir en una comunidad previsora y organizada. Así somos.


También tenemos una dosis interesante de masoquismo. Cada tanto nos aferramos excitados a metas irrealizables, al menos a corto plazo y sin sacrificios (palabra que francamente detesto como concepto en sí mismo), y nos dejamos arrastrar sin resistencia alguna por incultos fariseos de poca monta.


Hagamos el siguiente ejercicio: Recorramos juntos los últimos cincuenta años de historia criolla e intentemos recordar cuántas entusiastas iniciativas políticas hemos acompañado y terminaron en anunciadas catástrofes. ¿Cuántos tickets a paraísos sociales hemos comprado? ¿Cuántas exaltadas utopías hemos visto? ¿Cuántas veces nos hemos agarrado los dedos en la puerta por perseguir metas inalcanzables? ¿Cuántos espejitos de colores hemos comprado?


El problema de Macri, además de su notable carencia cultural y su cada vez más ominosa doble moral, no es el puerto al que dice que quiere llegar, sino su método. Veámoslo de la siguiente manera: Cuando Don Quijote embistió a los molinos de viento creyendo que eran gigantes, era lógico que iba a fracasar. Su problema no eran los gigantes, era el método.


Las promesas que realizaron los escapistas de la Alianza de Fernando De la Rúa, son las mismas que llevaron al aglomerado de Macri a la Casa Rosada: Avalancha de inversiones, inmediata justicia social y purificación moral.


Si el aglomerado Cambiemos hubiese dicho a la sociedad que no se trataban de épicos gigantes sino de prosaicos molinos de viento, posiblemente la historia hubiese sido otra. No fue falta de previsión, fue una mentira. No fue un error de apreciación de la realidad, fue una mentira.


Hasta aquí, todo fue impericia y mentira. La única diferencia entre la gestión de Macri en el timón del gobierno y la de Guillermo Moreno cuando era el timonel del INDEC, se encuentra en los modales.


***


Todo indica que el panorama venidero no es nada alentador. Durante los próximos meses los argentinos estaremos a prueba y veremos si hemos aprendido las lecciones que nos dejó el 2001, no dependerá de nadie más que de nosotros mismos. Nuestro éxito dependerá de no caer en el pozo de la desesperación, ni tropezar con la misma piedra.


Los apremios económicos parecieran acelerar los plazos políticos. No es que la política deba ir detrás de la economía, aquello sólo sucede cuando quienes deben tomar decisiones políticas lo hacen mal. –Punto en el que pueden profundizar leyendo al esloveno Slavoj Zizek y el surcoreano Byung Chul Han, dos atrapantes filósofos–. Los vientos traen noticias de incontables jornadas piqueteras cargadas de premoniciones, de temores fundados a una nueva escapada del dólar, de hiperinflación, de adelantamiento precipitado de elecciones, de una Argentina inestable, perturbada, escarnecida. Insisto en que cualquier similitud con el 2001 no es más que un mero ejercicio intelectual.


La leña que faltaba al asunto son las redes sociales y la maliciosa capacidad de las fake news –dos herramientas que supieron utilizar los equipos de campaña de Macri y Donald Trump–, factores que no estaban presentes durante la crisis de la Alianza.


Ahora habrá que estar atentos a los gurúes del momento: Los especialistas del capitalismo de las emociones en la era de la psico-política digital, verdaderos cirujanos de la parafernalia del Big Data que miden la fiebre social cuadrícula por cuadrícula.


Detrás de ellos hay un ejército de trolls que, a diferencia de los viejos y honrados mercenarios, no tienen nombres, apellidos, ni rostros. También están los semianalfabetos que destilan odio y falsas denuncias en Twitter y Facebook. Pero lo más grave, son aquellos políticos oportunistas que fomentan y se prenden de tan nefastas tropelías. En la Tierra sin Mal hay muchas alimañas de este tipo.


A riesgo de ser lapidado, adhiero a lo que hace algunos años dijo el semiólogo y filósofo italiano Humberto Eco: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”.


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Aviso parroquial: A partir del próximo domingo #PuenteAereo cambiará su formato y agregará más contenido. No cambiará su arrojado espíritu corsario a cara descubierta ni dejará de correr el riesgo de pensar.

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